Esta es la historia de Marcela Hernández, directora, profesora y bailarina de la academia de danza Alma Llanera, en Orocué, Colombia y su hija Mariangel Tumay. La fotógrafa Juanita Escobar comenzó a documentar la historia del grupo de baile en 2020, las adversidades que se enfrentaron durante estos últimos dos años pandémicos y como la danza los ha convertido en una familia.
Marcela Hernández fue una de las tantas niñas vulnerables de Villavicencio, Colombia en la década de los ochentas. Cuando tenía 11 años recuerda que una tía sentenció, "esta niña se desarrolla y queda embarazada". "Eso es lo que están esperando de mí", recuerda Marcela, así que con fuerza luchó para llenarse de sueños y remar contra corriente.
Marcela supo que podía ser lo que soñaba y decidió dedicarse a la danza, ser la mejor, y así fue. Vivió y trabajó en Villavicencio y Bogotá, y cuando su carrera como bailarina estaba en su cúspide, decidió viajar a Orocué, junto con Gersi, su pareja de baile y de vida, a iniciar un proceso educativo con niños y jóvenes. Sintió que era el momento de enseñar y compartir los valores y conocimientos que a ella la habían forjado. El 2 de marzo del 2007 inició su academia de baile Alma Llanera.
Una Creciente en Orocué
En el cuerpo se forman ríos, historias, los sentimientos viajan, recorren, juegan, se vuelven sudor, tacto, el otro. Se comparten los rumbos que cada uno lleva pegados, sin darse cuenta, todo se junta, remolinea, estalla, como el río, que se vuelve feroz, círculos y círculos, cada vez más intensos, hasta que llega un remanso, que es como aquí en el llano le dicen al agua tranquila, como la respiración que se vuelve cada vez más silenciosa. La mirada, en cambio, intensifica su brillo, el corazón se agita, altivo, como el humo que se eleva en vertical hasta que una brisa lo tuerce, lo voltea, le cambia el rumbo.
Esta es la historia de una creciente. Una Creciente, con nombre propio: Mariangel Tumay, una niña de 13 años que va como el río crecido, como la luna creciente, aumentando su fuerza y brillando a lo lejos.
También crece la escuela de baile de su madre, Marcela. Crecen los talentos de los bailarines jóvenes que conforman el grupo, crecen las oportunidades de ser y estar en Orocué.
El Llano, Orocué.
Sobre una orilla. Los grupos Llanero y Sáliva en Orocué.
Los indígenas Sáliva han habitado desde siempre las vastas llanuras del Orinoco en Colombia y Venezuela, en la actualidad gran parte de su población habitan las sabanas, pueblos y caceríos del municipio de Orocué.
Es como un barco gigante, que atracó en los vastos playones del río Meta. A veces ese barco se mueve, va andando, la brisa lo empuja y lo hace a uno mirar a lo lejos, es un pueblo con dos horizontes, el de aguas arriba, lejos hacia los Andes y el horizonte de aguas abajo, lejos hacia el Orinoco. Orocué está ahí, en ese tramo, sobre las inmensas sabanas del Casanare, amarillas en verano, llenitas de agua y verde en invierno.
Las nubes se pelean el espacio, de tarde y mañana, con Guacamayas, Tautacos, Arrendajos, Patos Codua, Chirigüares, Gavanes y roncan los micos Araguatos en la costa de los montes.
La pandemia y la violencia de género
Marcela describe que la danza ha ayudado a sus alumnos a encontrar su pasión y forjar una disciplina. "Karen fue de las primeras en entrar a la academia, ella cambió muchísimo, era muy rebelde", comenta Marcela. "En el colegio era la última siempre y entonces empezó a mejorar la parte académica, empezó a ser más educada, más tranquila. Ahora le va super bien en el colegio, tuvo un cambio extremo, eso sí me ha sorprendido bastante."
Marcela:
"En un pueblo como este hay falta de oportunidades. Es una frase de cajón, pero la verdad es que una persona que no conoce el mundo externo cree que es normal que una niña quede embarazada a los 12 ó 13 años. Y se ha vuelto normal lo anormal: aquí es normal una violación, que un tipo de 40 ó 50 años coja una niña de 12 y la viole. Y se escuchan comentarios como: "ella se lo buscó"...
Yo digo que en la educación de las niñas y de los niños hay una falencia muy profunda: no se les inculcan valores como el respeto y el amor propio. Por eso es que uno ve tanta niña de 11 ó 12 años viviendo con señores, o con niños de su edad, formando una familia, sin saber siquiera qué es una familia ni qué es la responsabilidad de tener un hijo".
Marcela:
Lo que desató mucho el Covid, más de lo normal, es el embarazo. Hay muchas niñas embarazadas ahora en pandemia".
Mariangel:
"En mi curso hay una niña que le tocó repetir noveno porque a mitad de año quedó embarazada".
Marcela:
"Para la niñas fue más difícil la pandemia porque se convirtieron en amas de casa, entonces eran las que cuidaban de los hermanitos, las que hacían el almuerzo, las que hacían el aseo. En cambio, a los niños ese tipo de cosas poco se les delega, entonces el chico era en el celular y se levantaba a la hora que quisiera, y ya... Muy pocos padres son los que realmente exigen por igual a niños y niñas.
Mis estudiantes inclusive dicen que yo soy algo feminista porque les exijo por igual a hombres y mujeres, no solo busco a las niñas para que organicen y hagan el aseo".
La educación
"Mi hija Mariangel, ella es muy resiliente. Desde pequeña siempre ha estado acostumbrada a lo fuerte, a la exigencia, a los cambios bruscos, al movimiento. A ella le dio duro la parte del estudio, porque se sentía truncada de cierta manera, añoraba volver al colegio," comenta Marcela sobre su hija. "Una cosa que amortiguó fueron los ensayos, porque al menos se veían y bailaban tres veces a la semana, y traté en lo posible de mantenerla ocupada, que ensayara bandola, que ensayara arpa, leyera libros, ella todo el tiempo estuvo ocupada..."
Marcela:
"¿Qué hay que hacer? Motivar a los niños para que estudien. Lo que realmente yo quiero no es formar al bailador o al profesional en cultura llanera, sino que me interesa la persona, formar personas que sean más humanas, que sean más sensibles ante las cosas del mundo, porque siento que hay mucha insensibilidad.
Yo quiero formar seres humanos empáticos, digámoslo así, que el baile les ayude a crear ciertos hábitos, que sean cumplidos, que sean disciplinados, que se proponen metas, que tengan un centro de encuentro, que haya una familia".
Las clases durante la pandemia
Marcela:
"Estábamos haciendo el montaje de una coreografía cuando llegó la pandemia, entonces nos mandaron a encerrar y suspendimos. Los chicos duraron 8 días escondidos, cada uno en su casa... Era el pánico del virus.
Como a los 10 días empezaron a llamarme los niños, que ellos estaban aburridos, que estaban desesperados en las casas. Que no sabían qué hacer, entonces se volaban, nos reunimos en el patio y hacíamos ensayos.
Cuando la gente empezó a escuchar la bulla de los zapateos me llamaba la policía, paraban aquí enfrente de la casa y nosotros nos quedábamos calladitos".
Marcela:
En Orocué no sucedía nada más aparte de las danzas, lo que fue el 2020 Orocué estaba completamente muerto, muerto muerto, en todos los sentidos.
A finales del 2021 fuimos a Villavicencio, al Torneo Internacional de Joropo, después fuimos a Yopal. ¡Ahí ganamos el premio de baile! ¡En noviembre del 2021! Fue un viaje y premio muy gratificante después de tanta pandemia y aislamiento".
Pubertad durante la pandemia
Mariangel participó con su delegación de bailarines y músicos en el festival Valledupar en marzo de 2022. Ella obtuvo el primer puesto de reina folclórica juvenil. Mariangel bailó, cantó, tocó arpa y bandola y la acompañaron dos parejas más de baile, entre ellas, sus padres Marcela y Gersi. Aún así ella reflexiona sobre las dificultades que presentó las medidas de aislamiento como una artista creciente.
Mariangel:
"¿La pandemia? ¡¡¡Desgastante!!!"
Uno de los problemas más grandes fue el estudio, fue demasiado horrible porque, primero, no aprendíamos nada. Segundo, aquí es un pueblo donde todo el tiempo se va la luz, entonces ni podíamos entrar a las clases virtuales; a veces el computador se bloqueaba, el celular también, o los profesores simplemente no daban la clase. La señal era malísima, el internet también, hubo muchísima dificultad, y a veces tocaba trasnocharnos haciendo unas guías que yo creo que ni siquiera los profesores revisaban porque eran demasiado largas. De hecho yo en ese año todo el tiempo vivía enferma, con vómito, como un tipo de migraña, como si me hubieran caído piedras en la cabeza, ¡no! ¡no podía!
Como a mitad del 2021, cuando ya entré a presencialidad, fue cuando me di cuenta que no podía ver el tablero, me había maltratado la vista de tanto ver la pantalla, estuve muchísimo tiempo en el computador y ahora uso gafas".
Mariangel:
Bailar es lo que más disfruto, es lo que aprendí primero y lo que estoy haciendo desde los dos años. No solo joropo, sino otros tipos de danza folclórica: cumbia, merengue, salsa, mapalé. Bailando he ido a Cartagena, a Barranquilla, Ibagué, Guayabal de Síquima, Tunja, Tocancipá, Cachancipá, Villavicencio, Yopal y Valledupar. También quiero estudiar antropología o arqueología.
Muchas de las niñas del pueblo tienen la idea, o les han metido la idea de que solo sirven para tener esposo y tener hijos. No tienen aspiraciones. No tienen una mente abierta".
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