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El Llano: Una historia de baile, lucha y educación

Marcela Hernández, directora de la academia <em>Alma Llanera, </em>2022<em>. </em>"Admiro a mi mamá, porque ella desde pequeñita ha estado sola y iba a clases de danza, se graduó, estudió periodismo, y ahorita ha ido a varios países, muchas personas la conocen y la admiran demasiado", comenta sobre Marcela su hija Mariangel Tumay.
Juanita Escobar
Marcela Hernández, directora de la academia Alma Llanera, 2022. "Admiro a mi mamá, porque ella desde pequeñita ha estado sola y iba a clases de danza, se graduó, estudió periodismo, y ahorita ha ido a varios países, muchas personas la conocen y la admiran demasiado", comenta sobre Marcela su hija Mariangel Tumay.

Esta es la historia de Marcela Hernández, directora, profesora y bailarina de la academia de danza Alma Llanera, en Orocué, Colombia y su hija Mariangel Tumay. La fotógrafa Juanita Escobar comenzó a documentar la historia del grupo de baile en 2020, las adversidades que se enfrentaron durante estos últimos dos años pandémicos y como la danza los ha convertido en una familia.

Marcela Hernández fue una de las tantas niñas vulnerables de Villavicencio, Colombia en la década de los ochentas. Cuando tenía 11 años recuerda que una tía sentenció, "esta niña se desarrolla y queda embarazada". "Eso es lo que están esperando de mí", recuerda Marcela, así que con fuerza luchó para llenarse de sueños y remar contra corriente.

Marcela Hernández y Gersi Tumay. "Durábamos dos, tres, hasta siete horas ensayando, y llegamos a crear un estilo de baile que fue conocido a nivel nacional. Y eso fue lo que nos sacó del país. A los dos años de estar bailando con Gersi, nos juntamos. Yo solo había tenido un novio y él." Marcela
/ Juanita Escobar
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Juanita Escobar
Marcela Hernández y Gersi Tumay. "Durábamos dos, tres, hasta siete horas ensayando, y llegamos a crear un estilo de baile que fue conocido a nivel nacional. Y eso fue lo que nos sacó del país. A los dos años de estar bailando con Gersi, nos juntamos. Yo solo había tenido un novio y él." Marcela

Marcela supo que podía ser lo que soñaba y decidió dedicarse a la danza, ser la mejor, y así fue. Vivió y trabajó en Villavicencio y Bogotá, y cuando su carrera como bailarina estaba en su cúspide, decidió viajar a Orocué, junto con Gersi, su pareja de baile y de vida, a iniciar un proceso educativo con niños y jóvenes. Sintió que era el momento de enseñar y compartir los valores y conocimientos que a ella la habían forjado. El 2 de marzo del 2007 inició su academia de baile Alma Llanera.

Una Creciente en Orocué

Mariangel Tumay, 13 años, baila desde los dos años, 2022. "Es una niña que está acostumbrada a ganarse las cosas. Yo la tengo mentalizada: usted nunca espere nada de nadie; gánese las cosas por su esfuerzo, por su inteligencia, por sus capacidades." Marcela comenta sobre su hija Mariangel.
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Mariangel Tumay, 13 años, baila desde los dos años, 2022. "Es una niña que está acostumbrada a ganarse las cosas. Yo la tengo mentalizada: usted nunca espere nada de nadie; gánese las cosas por su esfuerzo, por su inteligencia, por sus capacidades." Marcela comenta sobre su hija Mariangel.

En el cuerpo se forman ríos, historias, los sentimientos viajan, recorren, juegan, se vuelven sudor, tacto, el otro. Se comparten los rumbos que cada uno lleva pegados, sin darse cuenta, todo se junta, remolinea, estalla, como el río, que se vuelve feroz, círculos y círculos, cada vez más intensos, hasta que llega un remanso, que es como aquí en el llano le dicen al agua tranquila, como la respiración que se vuelve cada vez más silenciosa. La mirada, en cambio, intensifica su brillo, el corazón se agita, altivo, como el humo que se eleva en vertical hasta que una brisa lo tuerce, lo voltea, le cambia el rumbo.

Esta es la historia de una creciente. Una Creciente, con nombre propio: Mariangel Tumay, una niña de 13 años que va como el río crecido, como la luna creciente, aumentando su fuerza y brillando a lo lejos.

También crece la escuela de baile de su madre, Marcela. Crecen los talentos de los bailarines jóvenes que conforman el grupo, crecen las oportunidades de ser y estar en Orocué.

Mariangel preparándose para bailar. "Mi mamá desde pequeñita siempre me ha dicho que hay que ser responsable.  Que uno no puede decir: quiero hacer esto... y después dejarlo. ¡No! si quiero hacer eso tengo que terminarlo y hacerlo bien."
/ Juanita Escobar
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Juanita Escobar
Mariangel preparándose para bailar. "Mi mamá desde pequeñita siempre me ha dicho que hay que ser responsable. Que uno no puede decir: quiero hacer esto... y después dejarlo. ¡No! si quiero hacer eso tengo que terminarlo y hacerlo bien."

El Llano, Orocué.

Sobre una orilla. Los grupos Llanero y Sáliva en Orocué.

Gersi Tumay, 2022. "Él también tuvo una vida difícil, típica de Orocué. Él fue el mayor de doce hermanos, y le tocó ser mamá y papá para sus hermanos", Marcela dice.
/ Juanita Escobar
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Gersi Tumay, 2022. "Él también tuvo una vida difícil, típica de Orocué. Él fue el mayor de doce hermanos, y le tocó ser mamá y papá para sus hermanos", Marcela dice.

Los indígenas Sáliva han habitado desde siempre las vastas llanuras del Orinoco en Colombia y Venezuela, en la actualidad gran parte de su población habitan las sabanas, pueblos y caceríos del municipio de Orocué.

Es como un barco gigante, que atracó en los vastos playones del río Meta. A veces ese barco se mueve, va andando, la brisa lo empuja y lo hace a uno mirar a lo lejos, es un pueblo con dos horizontes, el de aguas arriba, lejos hacia los Andes y el horizonte de aguas abajo, lejos hacia el Orinoco. Orocué está ahí, en ese tramo, sobre las inmensas sabanas del Casanare, amarillas en verano, llenitas de agua y verde en invierno.

<strong>Arriba</strong>: Bailarinas Maira y Daniela, 2022. <strong>Izquierda</strong>: Sandía en la casa de la profesora Marcela, una noche durante un ensayo informal. <strong>Derecha</strong>: Garza Sobre el río Meta.
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Arriba: Bailarinas Maira y Daniela, 2022. Izquierda: Sandía en la casa de la profesora Marcela, una noche durante un ensayo informal. Derecha: Garza Sobre el río Meta.

Las nubes se pelean el espacio, de tarde y mañana, con Guacamayas, Tautacos, Arrendajos, Patos Codua, Chirigüares, Gavanes y roncan los micos Araguatos en la costa de los montes.

<strong>Izquierda</strong>: Camilo Joropa, 17 años, de la etnia indígena Sáliva, 2022. <strong>Derecha</strong>: Karen Rosales, 17 años, entró a la academia a los 12 años, 2020. <strong>Centro</strong>: Karen Rosales y Camilo Joropa ensayan dos o tres veces a la semana, bailan por las noches en la academia, 2022.
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Izquierda: Camilo Joropa, 17 años, de la etnia indígena Sáliva, 2022. Derecha: Karen Rosales, 17 años, entró a la academia a los 12 años, 2020. Centro: Karen Rosales y Camilo Joropa ensayan dos o tres veces a la semana, bailan por las noches en la academia, 2022.

La pandemia y la violencia de género

Marcela describe que la danza ha ayudado a sus alumnos a encontrar su pasión y forjar una disciplina. "Karen fue de las primeras en entrar a la academia, ella cambió muchísimo, era muy rebelde", comenta Marcela. "En el colegio era la última siempre y entonces empezó a mejorar la parte académica, empezó a ser más educada, más tranquila. Ahora le va super bien en el colegio, tuvo un cambio extremo, eso sí me ha sorprendido bastante."

Jessica Pinto, 15 años, bailando en la academia <em>Alma Llanera,</em> 2022. "Ella se dedica al baile desde los 9... después se dedicó al patinaje, es excelente patinadora. Entrena desde las 6 de la mañana. A Jessica fue una de esas niñas a quien la pandemia afectó muchísimo, menos mal tenía el baile y ahora está mucho mejor", Marcela comenta.
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Jessica Pinto, 15 años, bailando en la academia Alma Llanera, 2022. "Ella se dedica al baile desde los 9... después se dedicó al patinaje, es excelente patinadora. Entrena desde las 6 de la mañana. A Jessica fue una de esas niñas a quien la pandemia afectó muchísimo, menos mal tenía el baile y ahora está mucho mejor", Marcela comenta.

Marcela:

"En un pueblo como este hay falta de oportunidades. Es una frase de cajón, pero la verdad es que una persona que no conoce el mundo externo cree que es normal que una niña quede embarazada a los 12 ó 13 años. Y se ha vuelto normal lo anormal: aquí es normal una violación, que un tipo de 40 ó 50 años coja una niña de 12 y la viole. Y se escuchan comentarios como: "ella se lo buscó"...

Yo digo que en la educación de las niñas y de los niños hay una falencia muy profunda: no se les inculcan valores como el respeto y el amor propio. Por eso es que uno ve tanta niña de 11 ó 12 años viviendo con señores, o con niños de su edad, formando una familia, sin saber siquiera qué es una familia ni qué es la responsabilidad de tener un hijo".

Carolaine Medina, 15 años, 2022 "Carolaine ha tenido sus novios, no es apegada emocionalmente a ninguno, y yo le "eso se lo aplaudo", que no dependa emocionalmente de ningún novio. Ella es muy segura de sí misma, en el colegio es muy buena estudiante. Se ha dedicado más que todo al baile aunque practica a veces el baloncesto," Marcela comenta.
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Carolaine Medina, 15 años, 2022 "Carolaine ha tenido sus novios, no es apegada emocionalmente a ninguno, y yo le "eso se lo aplaudo", que no dependa emocionalmente de ningún novio. Ella es muy segura de sí misma, en el colegio es muy buena estudiante. Se ha dedicado más que todo al baile aunque practica a veces el baloncesto," Marcela comenta.

Marcela:

Lo que desató mucho el Covid, más de lo normal, es el embarazo. Hay muchas niñas embarazadas ahora en pandemia".

Mariangel:

"En mi curso hay una niña que le tocó repetir noveno porque a mitad de año quedó embarazada".

Sara Naranjo, 14 años, en en las orillas del caño San Miguel, Orocué, 2022. Sara es una de las bailarina de la academia <em>Alma Llanera</em>.
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Sara Naranjo, 14 años, en en las orillas del caño San Miguel, Orocué, 2022. Sara es una de las bailarina de la academia Alma Llanera.

Marcela:

"Para la niñas fue más difícil la pandemia porque se convirtieron en amas de casa, entonces eran las que cuidaban de los hermanitos, las que hacían el almuerzo, las que hacían el aseo. En cambio, a los niños ese tipo de cosas poco se les delega, entonces el chico era en el celular y se levantaba a la hora que quisiera, y ya... Muy pocos padres son los que realmente exigen por igual a niños y niñas.

Mis estudiantes inclusive dicen que yo soy algo feminista porque les exijo por igual a hombres y mujeres, no solo busco a las niñas para que organicen y hagan el aseo".

Grupo principal de la Academia <em>Alma Llanera</em> en el Malecón de Orocué, sobre el río Meta, en 2020. Durante una de las etapas más duras de la pandemia, cuando nadie ni nada pasaba ni sucedía afuera, los colegios pararon, la carencia de conectividad y plataformas virtuales hacían que las regiones de Colombia sufrieran aún más el aislamiento y acceso a la educación.
/ Juanita Escobar
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Grupo principal de la Academia Alma Llanera en el Malecón de Orocué, sobre el río Meta, en 2020. Durante una de las etapas más duras de la pandemia, cuando nadie ni nada pasaba ni sucedía afuera, los colegios pararon, la carencia de conectividad y plataformas virtuales hacían que las regiones de Colombia sufrieran aún más el aislamiento y acceso a la educación.
Mariangel Tumay y su pareja de baile Jean Pierre.
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Mariangel Tumay y su pareja de baile Jean Pierre.
Mariangel tocando arpa en su casa, ensayando para un concurso en Valledupar, 2022
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Mariangel tocando arpa en su casa, ensayando para un concurso en Valledupar, 2022

La educación

"Mi hija Mariangel, ella es muy resiliente. Desde pequeña siempre ha estado acostumbrada a lo fuerte, a la exigencia, a los cambios bruscos, al movimiento. A ella le dio duro la parte del estudio, porque se sentía truncada de cierta manera, añoraba volver al colegio," comenta Marcela sobre su hija. "Una cosa que amortiguó fueron los ensayos, porque al menos se veían y bailaban tres veces a la semana, y traté en lo posible de mantenerla ocupada, que ensayara bandola, que ensayara arpa, leyera libros, ella todo el tiempo estuvo ocupada..."

Marcela:

"¿Qué hay que hacer? Motivar a los niños para que estudien. Lo que realmente yo quiero no es formar al bailador o al profesional en cultura llanera, sino que me interesa la persona, formar personas que sean más humanas, que sean más sensibles ante las cosas del mundo, porque siento que hay mucha insensibilidad.

Yo quiero formar seres humanos empáticos, digámoslo así, que el baile les ayude a crear ciertos hábitos, que sean cumplidos, que sean disciplinados, que se proponen metas, que tengan un centro de encuentro, que haya una familia".

Traje de baile "el Joropo" es la música llanera, se baila, toca y canta a lo largo del inmenso Llano Colombo Venezolano. El joropo contiene todo el Llano, sus paisajes, fauna, flora, historia, costumbres, leyendas, sueños, poesía... todo el Llano está ahí.
/ Juanita Escobar
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Traje de baile "el Joropo" es la música llanera, se baila, toca y canta a lo largo del inmenso Llano Colombo Venezolano. El joropo contiene todo el Llano, sus paisajes, fauna, flora, historia, costumbres, leyendas, sueños, poesía... todo el Llano está ahí.

Las clases durante la pandemia

Marcela:

"Estábamos haciendo el montaje de una coreografía cuando llegó la pandemia, entonces nos mandaron a encerrar y suspendimos. Los chicos duraron 8 días escondidos, cada uno en su casa... Era el pánico del virus.

Como a los 10 días empezaron a llamarme los niños, que ellos estaban aburridos, que estaban desesperados en las casas. Que no sabían qué hacer, entonces se volaban, nos reunimos en el patio y hacíamos ensayos.

Cuando la gente empezó a escuchar la bulla de los zapateos me llamaba la policía, paraban aquí enfrente de la casa y nosotros nos quedábamos calladitos".

Marcela:

En Orocué no sucedía nada más aparte de las danzas, lo que fue el 2020 Orocué estaba completamente muerto, muerto muerto, en todos los sentidos.

A finales del 2021 fuimos a Villavicencio, al Torneo Internacional de Joropo, después fuimos a Yopal.  ¡Ahí ganamos el premio de baile!  ¡En noviembre del 2021! Fue un viaje y premio muy gratificante después de tanta pandemia y aislamiento".

<strong>Izquierda</strong>: Mariangel, 13 años, y su hermano Daniel, 2 años, en el cuarto de Mariangel. Son los únicos hijos de Marcela y Gersi. <strong>Derecha</strong>: Mariangel, la foto fue tomada al inicio de la pandemia, durante ese tiempo muchos niños desertaron de los colegios por la falta de acceso a plataformas virtuales.
/ Juanita Escobar
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Juanita Escobar
Izquierda: Mariangel, 13 años, y su hermano Daniel, 2 años, en el cuarto de Mariangel. Son los únicos hijos de Marcela y Gersi. Derecha: Mariangel, la foto fue tomada al inicio de la pandemia, durante ese tiempo muchos niños desertaron de los colegios por la falta de acceso a plataformas virtuales.

Pubertad durante la pandemia

Mariangel participó con su delegación de bailarines y músicos en el festival Valledupar en marzo de 2022. Ella obtuvo el primer puesto de reina folclórica juvenil. Mariangel bailó, cantó, tocó arpa y bandola y la acompañaron dos parejas más de baile, entre ellas, sus padres Marcela y Gersi. Aún así ella reflexiona sobre las dificultades que presentó las medidas de aislamiento como una artista creciente.

Mariangel:

"¿La pandemia? ¡¡¡Desgastante!!!"

Uno de los problemas más grandes fue el estudio, fue demasiado horrible porque, primero, no aprendíamos nada. Segundo, aquí es un pueblo donde todo el tiempo se va la luz, entonces ni podíamos entrar a las clases virtuales; a veces el computador se bloqueaba, el celular también, o los profesores simplemente no daban la clase. La señal era malísima, el internet también, hubo muchísima dificultad, y a veces tocaba trasnocharnos haciendo unas guías que yo creo que ni siquiera los profesores revisaban porque eran demasiado largas. De hecho yo en ese año todo el tiempo vivía enferma, con vómito, como un tipo de migraña, como si me hubieran caído piedras en la cabeza, ¡no! ¡no podía!

Como a mitad del 2021, cuando ya entré a presencialidad, fue cuando me di cuenta que no podía ver el tablero, me había maltratado la vista de tanto ver la pantalla, estuve muchísimo tiempo en el computador y ahora uso gafas".

Mariangel regresando de la escuela, 2022. "A mí me gusta la biología, física, también me gusta artística y matemáticas... También me gusta la fotografía, y me gusta mucho coser e inventar. Y seguir con el baile y los instrumentos. Me gustaría tener varias carreras para tener varias posibilidades", Mariangel Tumay.
/ Juanita Escobar
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Juanita Escobar
Mariangel regresando de la escuela, 2022. "A mí me gusta la biología, física, también me gusta artística y matemáticas... También me gusta la fotografía, y me gusta mucho coser e inventar. Y seguir con el baile y los instrumentos. Me gustaría tener varias carreras para tener varias posibilidades", Mariangel Tumay.

Mariangel:

Bailar es lo que más disfruto, es lo que aprendí primero y lo que estoy haciendo desde los dos años. No solo joropo, sino otros tipos de danza folclórica: cumbia, merengue, salsa, mapalé. Bailando he ido a Cartagena, a Barranquilla, Ibagué, Guayabal de Síquima, Tunja, Tocancipá, Cachancipá, Villavicencio, Yopal y Valledupar. También quiero estudiar antropología o arqueología.

Muchas de las niñas del pueblo tienen la idea, o les han metido la idea de que solo sirven para tener esposo y tener hijos. No tienen aspiraciones. No tienen una mente abierta".

Copyright 2023 NPR. To see more, visit https://www.npr.org.

Mariangel Tumay y Camilo Joropa, ensayando hasta altas horas de la noche, preparándose para el festival de Valledupar, donde Mariangel participó con su delegación de bailarines y músicos, 2022.
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Mariangel Tumay y Camilo Joropa, ensayando hasta altas horas de la noche, preparándose para el festival de Valledupar, donde Mariangel participó con su delegación de bailarines y músicos, 2022.

Estefania Mitre
Estefania Mitre (she/her/ella) is an associate producer for social media who works with visual elements to amplify stories across platforms. She has experience reporting on culture, social justice and music.
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