Nunca había oído una voz como la de Marcia: andrógina, terrenal, suave y serena. Llena de misterio. Sin embargo, ella no sonó siempre así.
El día en que nos conocimos en 2020, estábamos sentados uno al lado del otro en una reunión del club de fotos en la Biblioteca Pública Vista Grande en Santa Fe, Nuevo México, solo algunos meses después de haberme mudado allí desde mi ciudad natal en Miami, Florida.
Yo tenía 23, en ese entonces, y ella tenía 74 pero parecía ser de mi generación, no solo en apariencia —calzaba un par de Chuck Taylor All Stars y llevaba su cabello trenzado con cintas coloridas— sino también en espíritu y energía. Supe a los pocos minutos de estar ante la presencia de Marcia —de oír su voz— que quería fotografiarla.
Marcia estuvo de acuerdo y sugirió que la llamara algún día, no para hablar sino para oír su casilla de voz. Finalmente, la llamé y esperé hasta que escuché una voz al otro lado de la línea. Era clara, luminosa y reconfortante, de alguna manera, totalmente opuesta a la que oí en la biblioteca. Estaba sorprendido.
Más tarde, me contó el motivo de la desconexión: en 2013, Marcia fue diagnosticada con carcinoma de células escamosas en estadio 4 y se sometió a una cirugía de 13 horas en la que le quitaron más de tres cuartos de la lengua. El procedimiento fue seguido por 66 tratamientos con radiación administrados en forma diaria y concurrente con quimioterapia.
Lo más angustioso de todo —ella expresa— fue el tratamiento y la recuperación, la energía que tenía se había desvanecido, junto con lo que ella denomina su "fuerza vital."
A medida que nuestra amistad se profundizaba, Marcia y yo comenzábamos a hablar de forma cada vez más vulnerable.
Al principio, me sentí incómodo por sentir que estaba desarrollando una amistad tan estrecha con alguien que tenía la misma edad que mis abuelos, y Marcia me comentó que a ella le parecía igual de extraño. Comenzamos a preguntarnos y a explorar quién éramos el uno para el otro y quién éramos para nosotros mismos.
Antes de mudarme a Santa Fe, pasé tres años dedicado a Contact, una serie de fotos en la que creé rituales con mi familia y las usé para reevaluar el significado de la muerte tras la muerte de mi madre. Tuve visiones de seguir esta exploración en un paisaje desértico, pero me di cuenta de que estaba cambiando: mi preocupación por la muerte se estaba convirtiendo en una obsesión por la vida.
Estaba encontrando mi ritmo otra vez y construyendo mi propia familia en Santa Fe, y Marcia formaba gran parte de ello. Juntos, estábamos optimizando nuestras narrativas personales en un registro compartido de indignación, curación, crecimiento y victoria. Yo quería un espacio donde pudiera visualizar esto. Quería un hogar. Así que Marcia y yo construimos una estructura al aire libre en el terreno detrás de su casa y lo llamamos el Refugio.
Me tomó nueves meses de planificación y construcción —con la ayuda de nuestros amigos Aaron, Russell, Osiel y Alicia— para crear el estudio de desierto que finalmente se convirtió en el hogar para el proyecto de esta foto, TRIALS.
La estructura se presta a sí misma para una experiencia táctil. Debido a las restricciones de zonificación, no puede ser una instalación permanente, por eso se debe volver a ensamblar cada vez que se utiliza. Determinamos el tamaño y la forma con cada nueva construcción, y creamos un entorno diferente cada vez.
En el Refugio, se comparten secretos y movimientos, se toman y registran fotografías. Cuando me dispongo a captarme a mí mismo en ella, compongo la imagen, me muevo e interactúo con la instalación y le pido a Marcia que pulse el obturador cuando estoy en mi apogeo. Doy lo mejor de mí para sentirme yo mismo en ese momento. Quiero revelar algo.
Marcia me dice que la conocí en el momento justo. Si bien su fuerza vital es apenas lo que alguna vez fue, ella describe nuestra amistad como un sobresalto que la despertó después de seis años de sentirse totalmente muerta.
En cierta forma, actuamos como consejeros o terapeutas uno del otro. Al hablar con ella, he llegado a conocer y a derribar sus muros internos, y he descubierto lo que hay detrás de ellos —mi verdad personal— durante el proceso. Cuando siento que he perdido las llaves que me dan ese acceso, confío en que Marcia me ayudará a volver a encontrarlas.
Aunque es posible que no le pueda brindar el apoyo emocional que ella me ha brindado, creo que puedo ayudar a Marcia de una forma táctil. Su diagnóstico puso una pausa en su propia práctica artística, pero la intensidad y la pasión de nuestra colaboración la han llevado a revivir sus búsquedas creativas.
Marcia ha sido artista desde que era una niña. Ella tiene una maestría en Bellas Artes en Fotografía, una maestría en Educación de las Artes y es directora jubilada del departamento de Artes en los Medios de Comunicación del Santa Fe Community College.
Actualmente, está trabajando en una serie de 66 piezas de multimedios que representan sus 66 días de tratamientos contra el cáncer. Cada imagen está compuesta de material encontrado y de sus imágenes de escáner TEP.
Ella afirma que este nuevo conjunto de obras representa la forma en que se sintió su tratamiento contra el cáncer: "metálico, indiferente, nocivo, implacable y mortal."
Cuando le pregunté cómo escogía estos materiales, me respondió: "ósmosis."
"Es muy directo," me respondió. "Estoy influenciada por lo que me rodea, especialmente cuando estoy trabajando contigo en el Refugio. La forma en que usas el alambre y en que te conectas con los materiales... Se te produce una absorción con la que me relaciono, y eso se transfiere en acción y entusiasmo, y eso se traduce en mí creando."
Ser testigo de verla crear su nueva obra después de tantos años de no crear ha sido un proceso muy inspirador.
La lucha y el dolor son parte integral de la existencia, o de lo que yo denomino: estar enfrentado conmigo mismo. Estas fotografías que tomé con Marcia personifican la existencia humana y las experiencias asociadas a ella, el sufrimiento y el temor mortal, el alivio y el calvario, la franqueza y la brutalidad, la liberación sin ganadores.
TRIALS pretende encapsular esas fricciones de realidad, heridas de sobrevivientes y la ambigüedad del conflicto humano. En otras palabras, se trata de reconocernos a nosotros mismos como recuerdos vivientes, personas que se convierten en testimonios de eventos que sucedieron, pero que ya no están allí.
Mientras nuestros caminos se sigan cruzando, el Refugio será un hogar para Marcia y para mí, y para otros que se sientan inspirados a embarcarse en sus propios recorridos creativos.
Puede encontrar más información sobre la obra de Andrés Mario de Varona en AndresMario.com o en @andres.deva en Instagram.
Puede comunicarse con Marcia Reifman en [email protected].
Foto Tsering Bista editó esta historia.
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